Hola Mamá,
Desde el momento que nos despedimos ya te extrañaba,
supe a partir de ese instante lo que en verdad significabas en mi vida. A
medida que me alejaba de ti, empecé a ser yo, una sensación que me
espantó, tuve miedo y quise correr de nuevo a la protección de tus brazos y decirte que
me arrepentía de volar,
sin embargo, recordé mis sueños y sucedió tal cual me lo dijiste; que estos me darían las fuerzas para seguir caminando en los momentos en que sentimos derrumbarnos.
sin embargo, recordé mis sueños y sucedió tal cual me lo dijiste; que estos me darían las fuerzas para seguir caminando en los momentos en que sentimos derrumbarnos.
Mientras volaba recordé la dulzura de tus caricias
cuando acicalabas mi cabello, los cuentos que me leías y las canciones que me
cantabas para que me durmiera, el sentir suave de tus manos en la madrugada
sobre mi frente, en especial cuando enfermaba. Al mismo tiempo rememoraba
nuestras conversaciones en la cocina al momento del desayuno y todo lo que me
ayudabas para que encontrara lo que de verdad quería hacer con mi vida, a la
vez que me confesabas tus errores como madre y me hablabas de tus secretos,
diciéndome que esto lo hacías para que yo supiera quién era. Lloré y lloré al
recordar todo esto.
¿Sabes, mamá? Hasta ahora empiezo a comprender lo
que encarnaban tus confesiones matutinas meses antes de separarnos, y sé lo que
esto representa para mí. En mi adolescencia sentía que te odiaba y deseé en
muchos momentos que no fueras mi madre, detestaba tu sometimiento a mi padre y
al tuyo (mi abuelo), y me provocaba pegarte para que entendieras que debías
respetarte, quería que cambiaras e incluso llegué a desear otra mamá, como la
de mi mejor amiga. Yo no entendía que no
te dieras cuenta, hasta que me comentaste que tu madre era igual, asimismo
algunas de tus hermanas y tu abuela (la madre de tu madre). En ese momento supe
cuán complicado debió ser para ti salirte de ese círculo y lo valiente que has
sido. Pudiste enfrentarte al monstruo que más te aterraba desde niña y
superaste el temor, aparte pusiste el coraje para tomar y realizar las
decisiones que tuviste que ejecutar.
Sé que muchos de los errores que has cometido como
madre vienen de la violencia que has sufrido y te agradezco por compartirme la
trama de tu vida, el hecho de que hayas reconocido dichos errores, me ha
enseñado de tu tesón y a la vez del amor que sientes por mí, ya que comprendo
que el reconocer tus errores es una expresión del mismo, al ser capaz de dejar
a un lado tu orgullo de madre.
Yo quería que me amaras de una forma y obligarte a
que lo hicieras de este modo, eso me hacía sentir rabia, creía que no me amabas
hasta que concebí que mi creencia de amor era egoísta al pensar que era la
única. Ahora reconozco que tu amor siempre estuvo, solo que se escondía detrás
de tú dolor.
Entiendo que hayas cometido conmigo las mismas
equivocaciones que aprendiste de tus padres, era lo que conocías, sin embargo
has sabido vislumbrar que éstos eran los que tú necesitabas para aprender y
poder cumplir con tu misión en esta existencia. Gracias a tu aprendizaje, yo ya
no le transmitiré a mis hijos los mismos conflictos. Aunque sé que no estaré
libre de cometer otros, pero si lo hago, me enseñaste que con amor propio y
comprensión, podré transformar cualquier fallo perpetrado; y que, aun así, no
estoy exenta de cometerlos, pues mis descendientes necesitarán aprender lo
propio. Además, me dijiste que en lo único que una madre no se equivoca es en
darle a sus hijos un amor incondicional y en plena libertad. Gracias a tu
reconocimiento yo podré formar una familia diferente, libre de violencia y
maltrato físico.
Aparte me has explicado que necesito hurgar en mi
interior al menor inconveniente sufrido. Con tu ejemplo, al superar un cáncer,
me has enseñado que el dolor inconsciente es el origen de cualquier conflicto,
mínimo, o grave como el que sufriste. Me has transmitido que los demás
únicamente son una proyección de lo que guardamos dentro, por eso tú te
maltratabas a través de mi padre y que él también era un niño violentado con la
sobreprotección de su madre (mi abuela Juana), asimismo que la noria de
violencia solo se rompía si nos hacíamos conscientes, comprendíamos,
perdonábamos y utilizábamos esos sentires y acontecimientos para transcender
nuestra vida y, como reflejo, sanar la historia del árbol familiar. Me
explicaste que eso significaba alquimia. De igual forma, me hablaste que cuando
más miedo tienes al dolor, éste más se potencia, y en lugar de huir lo que
necesitamos es buscar dónde está y plantarle cara con consciencia. Y que la
desvalorización era el martillo que nos enterraba en el mundo de la vehemencia.
Merced a lo anterior he podido perdonar a mi padre y ser compasiva con él.
Así que, mamá, ahora sé que eres la madre perfecta,
la que yo escogí para ayudarme a evolucionar como ser humano y poder realizar
la misión que Dios o la divinidad me ha dado para cumplir en esta vida.
Espero haber comprendido tus mensajes y enseñanzas
que con tu modelo me han fabricado las alas. Ya tengo una razón para vivir,
muchos sueños que conquistar, un camino que recorrer, conozco mi historia; la
que me ayudará a enfrentar con consciencia junto con la valentía que me diste,
a cualquier monstruo que ose presentarse.
Gracias, mamá, por reconocer tu pasado, tu verdad, y
renacer de las cenizas; debido a esto, ahora yo puedo volar rumbo a conseguir
mis sueños, pues de lo contrario mi destino era quedarme a tu lado cuidándote
de papá y quizás nadando en la amargura de los sueños no cumplidos.
¡Gracias por enseñarme a volar y comprender lo que
soy!
Con todo mi
amor,
Sofía
Aparte
tomado del libro: “Tras las cortinas”.
.
¡Te invito a compartir tus experiencias
sobre el tema!
Escritora, Especialista y
Certificada en Bioneuroemoción©
BNE
Facebook: Luz
en tu camino interior
Twitter: luzentucamino26
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