miércoles, 16 de mayo de 2018

¿Venimos predestinados por nuestros ancestros?

Los seres humanos procedemos de una cadena genética que viene codificada en el A.D.N, que está contenido en nuestras células; en las cuales existe la impronta ancestral que determina no solo los rasgos físicos, también los emocionales y psíquicos. Veamos que trascendencia puede alcanzar esta información familiar en la existencia que llevamos.

Sigmund Freud se refirió a la transmisión inconsciente de información de generación en generación, luego, varios autores hicieron alusión en idéntico sentido. Pero como concepto terapéutico no se conoció hasta en los años ochenta, cuando Anne Schutzenberguer[1] empezó a utilizar el concepto de genosciograma con sus alumnos de la Universidad de Niza. El genosciograma es la representación del inconsciente familiar, un concepto que luego dio lugar a la psicogeneología. A partir de los estudios de Schutzenberguer nace la psicogeneología y luego el transgeneracional, tal como se conoce hoy en día al estudio y análisis del árbol familiar.

No encajar, fracasar con constancia, anorexia: síntomas de un hij@ no deseado por su madre.

Las mujeres de generaciones predecesoras a la actual tenían “la obligación” de ser madres, la mujer que no engendraba hijos era incluso repudiada y marginada. Ni que decir de aquella fémina que se embarazaba sin estar casada. Todavía, en nuestros tiempos, cuando el susodicho fenómeno se presenta, algunas mujeres son manipuladas y sometidas a casarse. Las circunstancias comentadas del pasado podrían al día de hoy equipararse con la necesidad de laborar de ciertas mujeres y el obstáculo que representa un embarazo, tanto para ellas como para su empleador (no existe la consciencia de la conciliación laboral). Una deficiencia en el sistema laboral que promueve la postergación o un escaso incentivo para que dichas mujeres deseen engendrar un hijo. 

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