miércoles, 25 de septiembre de 2019

Mamá, abrázame mucho, pero no me asfixies

Aprende a detectar el límite de tus "abrazos": Cuándo dejan de ser necesarios para producir hastío o asfixia en tus hijos/as.



Antes de entrar en detalle, que sepas que de ninguna manera pretendo debatir o cuestionar acerca de la importancia de los abrazos físicos, los de pecho con pecho. Sin duda, un modo de satisfacer las necesidades afectivas de los hijos/as y un gran apoyo de la madre para crear vínculo y transmitir su amor. Esto no admite ningún debate de mi parte.

La intención con este escrito es ayudarte a distinguir, mediante ciertas manifestaciones en los hijos/as, cuándo los "abrazos", aquellos que engendran la conexión madre-hijo, sobrepasan el limite de lo necesario para empezar a lastimar, coartar y entorpecer el adecuado desarrollo de los hijos/as. Un panorama que, más adelante, les impide volar del nido. Después de aclararte mi pretensión, entremos en materia.



Tanto si eres madre como si eres hijo/a,  este artículo te va a servir


A diario en mi consulta detecto la impotencia, tanto de las progenitoras como de los hijos; las primeras, debido a la incapacidad para identificar el momento donde empieza a asfixiar. Y de los segundos, para soltarse.

La única manera que encuentro para conseguir mi propósito, en tan pocas líneas, es invitarte a la auto indagación; un modo de conducirte a la introspección sin que salgan a flote el victimismo y la evasión. Los cuales son los hábitos emocionales que suelen sabotear cualquier proceso de crecimiento y superación.


Todo vacío tiende a ser llenado


Un abrazo parece ser un acto físico que engendra la expresión de cantidades de sentimientos, un modo de manifestar y de conectarnos, entre nosotros los humanos, pues presumiblemente es una necesidad que no ostentan los animales.

No obstante, existe un hilo invisible, una intención inconsciente que puede transmitir el abrazo, no tanto el físico, sino el emocional; el que se camufla como muestra de afecto, pero que en el fondo esconde una necesidad de saciar un vacío, una carencia.

 Todo vacío tiende a ser llenado, la naturaleza siempre busca compensarse. Por ejemplo, si comes muchos alimentos que te generan acidez estomacal necesitas ingerir algún producto o remedio que te compense, que contenga un PH alcalino, como el bicarbonato de soda. El equilibrio parece ser el estado natural para que el universo funcione adecuadamente.


El equilibrio de la mente o la psiquis


La homeostasis es la característica que permite que cualquier sistema abierto o cerrado se regule y se ajuste a sus mecanismos dinámicos. Las bacterias, por ejemplo, regulan la homeostasis del aire, del oxígeno. Sin la participación de las bacterias podríamos morir quemados o ahogados. Cada organismo biológico es una muestra de equilibrio y regulación.

Toda la explicación anterior, para llevarte al entendimiento de que cuando una necesidad emocional no es satisfecha, el desequilibrio interno busca regularse mediante algo que asocie como compensatorio. La psiquis, con nuestra voluntad o no, busca remediar conforme al sistema mental de creencias, recuerdos y programación ancestral propio. Así que, cuando somos inconscientes de la carencia el inconsciente resuelve a su manera, toma el control y dirige nuestras actuaciones.

De modo que, una madre puede “echar mano” de un hijo/a para satisfacer una necesidad emocional única o conjunta. La primera es cuando suple una sola carencia, por ejemplo: protección, atención, comunicación o compañía, etc. La segunda es cuando suple varias, o sea el faltante emocional o físico de un arquetipo o modelo, por ejemplo: pareja, amigos, padres, hermanos. La progenitora en su inconsciencia puede encubrir el fenómeno creyendo que es una muestra de afecto, cariño o amor por su vástago.

Suena crudo, lo sé. Es una estrategia -créeme que funciona- para sacarte de tu zona de confort; de aquella que justifica todo y te induce a pensar o decir: “Todo está bien”; “no pasa nada”; “esto es solo amor lo que siento por mi hijo/a”. O en el caso de ser el descendiente: “Mi madre solo me está mostrando su afecto”; “está cumpliendo con su obligación, es lógico, es mi mamá”; entre otras.

¡Y a lo mejor tienes razón! Por eso, te voy a dar unas señales que se evidencian en la conducta, comportamiento o actitud de los hijos para que chequees o constates si los estás asfixiando. Y en el supuesto de que seas el hijo/a, que puedas identificar si ostentas una relación asfixiante con ella y reconocer la posible causa de algún conflicto o dificultad reinante en tu vida. Veamos:


Infantes

  • Un menor que presenta constantes y variables síntomas de enfermedad. Se trata de aquel nene o nena que permanece más en el médico u hospital que en su propia casa o escuela.
  • Dificultad o desorden con la comida o el sueño. En este punto vemos a un niño/a que come demasiado, esta obeso o tiende a ello o nunca tiene apetito. En una oportunidad conocí a un pequeño que cuando su madre lo llamaba a comer gritaba y lloraba como loco de rabia.
  • Rabietas frecuentes. Los conocidos berrinches suelen ser un síntoma cuando son habituales y muy duraderos. Es decir, un niño/a que manifiesta esta actitud a la mínima frustración, en diversas situaciones y con modos de expresión variable.
  • Bajo rendimiento académico sin una aparente razón.
  • Gran timidez o introversión. Estamos ante la presencia de un infante que se esconde de la gente, no habla en la escuela y evidencia un estado de frecuente apatía e introversión, muy dócil.
  • Rebeldía y agresividad. Esta agresividad es dirigida. Tenemos el típico caso de una madre que dice: “es solo contra mí, con los demás es un ángel”.
  • Un pequeño dictador o un adolescente muy exigente. Se trata de un menor que nada le gusta o le satisface, caprichoso al máximo, que termina gobernando a sus padres o a uno de ellos.  Es el típico descendiente que se describe en el Síndrome del Emperador.
  • Llanto o tristeza frecuente sin ninguna justificación. Es una condición que se evidencia principalmente en las niñas. Podemos decir que es el comportamiento opuesto a la agresividad, una actitud que suele manifestarse más en los niños.

Adultos

  • Puede ser aquel hijo/a que no logra un trabajo estable o un nivel económico tal que le permita emanciparse, un Peter Pan. En este comportamiento caen también aquellos que mantienen endeudados y sus padres van al rescate continuo.
  • Alguien que no encuentra una pareja estable, un típico picaflor. Esta conducta, la progenitora es proclive a secundarla, justificarla y, en algunos casos, a intervenir y concitar para impedir que las relaciones amorosas de sus vástagos funcionen.
  • Gran abnegación por su madre. Es una condición de sumisión y veneración hacia ella. Este indicio lo presentan los individuos cuidadores, aquellos que sin motivo están preocupados por sus padres. En mis estudios y experiencia profesional al fenómeno lo denomino Hijo/a Bastón.
  • Un descendiente, por lo general: varón, que desde muy joven cumple las funciones de Hijo Proveedor.
  • La típica oveja negra, aquella persona que desde edades tempranas se destaca, llama la atención por su comportamiento contrario a los fundamentos o principios familiares. Aunque este hijo puede ser un rescatador del clan familiar, pero cuando es asfixiado por su madre está muy prendido a sus faldas. 
  • Gran apego y necesidad por estar junto a la madre.
  • O también, aquel hijo/a que apenas crece, vuela y, si te he visto no me acuerdo. Se trata de aquel individuo que no quiere saber nada de su mamá, se va bien lejos de ella, al otro lado del mundo. 
  • El confidente de su mamá. Es capaz de escucharla varias horas seguidas sin decir ni MUUU. La madre busca con insistencia a este descendiente cuando tiene problemas.
  • Gran agresividad. Es la versión adulta del vástago exigente o con Síndrome de Emperador. Una vez adulto, maltrata a su progenitora, con ofensas, actitudes e incluso de hecho. 

Los numerales anteriores muestran los síntomas que, de acuerdo con mi experiencia y conocimiento, señalan la existencia de una relación asfixiante entre madre-hijo. No obstante, es la combinación o correlación entre ellos lo que va a indicar que los “abrazos” dados son injuriosos, coartan, limitan o generan apego u obsesión.



Conclusión


Ahora sabes, si eres madre, como mínimo, identificar si tus "abrazos" están sobrepasando el límite. En el caso de ser hijo/a, detectar el origen de algún o algunos de los conflictos que ostentas y empezar a resolverlo.

Con este escrito, como te mencioné, he pretendido que dispongas de una información que te conduzca a la reflexión, a sacarte de tu zona de confort, pellizcarte -cuanto menos-, para que sepas de dónde emana o provine aquello que te puede estar sucediendo. No hay nada de malo en ti, ni nada que no consigas resolver con consciencia. 

El papel que cumple la madre es vital para la supervivencia física y emocional de cualquier ser humano, el afecto de una madre puede hasta cambiar el ADN de su hijo. De ahí mi insistente y florida escritura sobre este tema.


Lo que sigue de ahora en adelante depende de ti.


¡Te invito a compartir tus experiencias sobre el tema!





Luz Quiceno

Escritora, Especialista en BNE© y GE

Directora | Luz en tu camino interior

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