En cierta ocasión durante una
conversación que sostuve con una mujer que se encontraba bastante preocupada
por el comportamiento agresivo e irrespetuoso de su hijo hacia ella, le escuché
una frase que me ha motivado a escribir el presente artículo, ella dijo lo
siguiente: “he pasado de estar sometida por mis padres a seguir sometida por
mis hijos”. Esta frase caló en mí, seguramente debido a esa inquietud
permanente que me motiva para aprender y promover la identidad femenina, la
cual me ha conducido a sentir, observar y buscar información acerca de las
posibles causas que han originado esta dificultad, que no solo atraviesa mi
interlocutora, sino un grupo considerable de mujeres en la actualidad y
anotarlos en este escrito.
En este momento es común
encontrar que las madres trabajen fuera de casa, diferente a la época de
nuestras abuelas; en su tiempo, gran parte de ellas eran amas de casa a tiempo
completo, mientras que ahora, las féminas desempeñan una vida laboral y otra como
ama de casa, esta dualidad ha generado gran carga para cantidades de mujeres,
puesto que las actividades propias del hogar ella todavía continua
realizándolas en su totalidad ya que es difícil que su esposo o compañero
comparta estas labores, –esto es posible constatarlo sobre los estudios
elaborados en algunos países desarrollados- son en realidad muy pocos los
hombres que colaboran o asumen compartir las tareas domésticas. La mujer de
igual forma debe cumplir con su compromiso materno, lo cual es una función
exclusiva de la mujer y nadie más la puede realizar como ella. Por tanto las
madres actuales requieren desempeñar una doble función, ambas de manera
eficiente y eficaz, pues lo contrario le acarreará grandes conflictos.
Cumplir con su función materna
es bastante difícil en especial para las mujeres que laboran a tiempo completo
ya que los compromisos de madre requieren paciencia, dedicación, afecto y
tiempo, entre otras más y es sin duda esto último, el tiempo, de lo ellas
carecen; lo cual les dificulta aportar completamente sus virtudes maternas a
sus hijos. Y por más que se quiera demostrar por parte de cierto grupo de
psicólogos que “la calidad es más importante que la cantidad”, en cuanto a las
horas que se comparte con los hijos, la realidad demuestra que la cantidad es
indispensable. Observamos en la actualidad fenómenos como “los niños-llavero”,
son los hijos de estas mujeres que a edades muy tempranas les cuelgan en el
cuello las llaves de la casa para que entren al hogar después de finalizar la
escuela, los niños deben comer y hacer los deberes, solos. Gran parte de
ellos cuando alcanzan edades juveniles buscan compañía, afecto y un modelo a
seguir en los parques y en las calles, por lo general encuentran malas
compañías y suelen refugiarse en los vicios y la maldad. Hoy también se conocen
otras consecuencias ligadas a esta situación como las adicciones al internet,
las redes sociales, el móvil, la PSP, el sobrepeso, etc.
Cuando dichas madres llegan a su casa, encuentran un sin número de
labores y al finalizarlas –si es que lo consigue- están muy cansadas para
atender a sus hijos, ellas llevan encima el cúmulo del trabajo tanto laboral
como doméstico, por tanto es casi imposible que cumplan con sus compromisos
maternos de forma eficiente y eficaz. Como consecuencia los hijos van acumulando
resentimiento y van perdiendo el respeto por su madre, máxime si ella por
sentimientos de culpa, termina consintiéndole todos los caprichos. Lo anterior
puede conducir a que los hijos se conviertan en unos dictadores, llenos de agresividad
e intolerancia, algunos llegan al extremo de maltratar no solo física sino
emocionalmente a sus padres, también a sus profesores y por lo general entran
en disputa con la autoridad, llevándolos posiblemente a comportarse como desadaptados
sociales.
Estamos hablando de una madre que pierde el control sobre el hijo ya que
este aprende a manipularla con sus errores, la intimidan en especial cuando no
existe implicación del padre. Y aunque los hijos dictadores son un contexto que
tiene su origen en otros conflictos, sí que se puede tratar como uno de los
efectos más considerables de la situación que estamos exponiendo.
No obstante todo lo expuesto
son producto del verdadero origen de esta situación, el cual se encuentra en la
parte intrínseca de esta mujer, en su inconsciente. Ella desprende un hedor a servidumbre
y sumisión que atrae a cuanto felino emocional se encuentre e inconscientemente
los hijos se convierten en esas fieras para poder manipularla y vengarse del
abandono que tanto dolor les ha causado. Son mujeres donde aún habita aquella
abuela o madre sometida a la voluntad de sus padres y luego de su marido, ella
arrastra consigo el lastre del sacrificio y en su sangre todavía se expende la esclavitud. Dicha información la
lleva a comportarse como la típica madre que hace todo a sus hijos, incapaz
para ponerles límites. Trabaja de sol a sol sin descanso, permite que su esposo
se comporte de forma irresponsable e irrespetuosa y además se sacrifica para
suplir sus faltas. Muchas terminan
esclavizadas en sus trabajos por un jefe y dentro de su hogar de su marido e
hijos –estos en los últimos tiempos-. En realidad es un hábito emocional que ha
aprendido de sus antepasadas y ejecuta absorta en sus inseguridades. Por lo
menos la mujer que es ama de casa a tiempo completo y que cumple con sus
responsabilidades, además de proporcionar afecto a sus hijos, logra el respeto
de los mismos.
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