lunes, 9 de abril de 2018

Perfil emocional de una persona maltratada

Quizás en los últimos tiempos la palabra “maltrato” se ha escuchado en bastantes oportunidades. El mundo parece estar creando sensibilidad a este flagelo que carcome la sociedad y la vida de un sinnúmero de personas.  Dicha sensibilidad ha conducido a cierta confusión desde el punto de vista emocional. Con relativa frecuencia se observa que existen individuos que se consideran como maltratados sin serlo y en cambio, otros, que siéndolo, no se consideran como tal. Habida cuenta de esto, me voy a permitir comentar algunas de las señales emocionales que evidencian el sufrimiento de esta adversidad en la vida de un ser humano.

Las señales emocionales se reflejan en el cuerpo, los comportamientos, experiencias, situaciones y personas que rodean al maltratado. Recordemos que como el inconsciente tiene como principal función garantizar nuestra supervivencia, este busca a través de nuestro mundo físico mostrar el dolor, las heridas, los recuerdos amargos o sufrimientos pendientes de sanar. Asimismo, que el inconsciente no distingue entre lo físico o lo mental, entre lo real o simbólico y, por tanto, no diferencia el maltrato físico del emocional, ni un golpe real o si se está reviviendo el fenómeno en la mente de una persona. Un ser humano puede estar cargando con un episodio de violencia que vivió su madre, padre, hermano y sentirlo como si fuera propio. Todo lo anterior es importante aclararlo para conseguir identificar las señales que el inconsciente refleja en el mundo exterior.

Una de las formas recomendadas para comprender un concepto o lección es establecer lo que no es, así que, empezaremos por ahí. Es común que el maltrato sea asociado con victimismo, lo cual es un conflicto o “juego” emocional para manipular y que no necesariamente indica maltrato. El victimismo es utilizado para despertar lástima, evitar la culpa y otras causas. Y aunque algunas personas que han sufrido violencia se refugian en este conflicto para solapar su dolor, no es una señal clara de que haya sido o esté siendo maltratada. Incluso, de acuerdo a la experiencia profesional, se podría decir que el victimismo presenta una mayor relación con el maltratador. Tampoco se considera como maltratada a aquella persona que se defiende y ataca con similares o idénticas armas que el agresor. En este caso se presenta una batalla en la cual se invierten los roles y existe agresión mutua.

El maltrato se refleja emocionalmente en las personas de acuerdo a su condición de género. Ante la violencia la mujer tiende a huir y el hombre a enfrentar, lo cual es una respuesta biológica, pues la hembra necesita proteger su cría y el macho proteger a ambos. Un acto de la naturaleza para conservar la especie. Cuando la violencia se sufre en total impotencia o indefensión como en el caso de un infante, el evento —en el supuesto de no sanarse—marcará la existencia del individuo. El hombre adquirirá una disposición a la agresividad y la mujer a la sumisión; estableciendo una complementariedad que los atraerá para formar pareja, unidos por similares heridas. No obstante lo mencionado, debemos de saber que cada individuo ostenta unas particularidades que lo definen y es posible que una mujer se comporte con agresividad y se enfrente y viceversa.

Para una mayor claridad del perfil emocional de una persona maltratada lo expresaremos en modo de lista e indicaremos con una “F” o con “M” entre paréntesis, para identificar la tendencia cuando es de sexo femenino o masculino respectivamente. Veamos:

· Su vida social es escasa al igual que sus relaciones. La persona maltratada guarda prevención hacia los demás, teme ser lastimada y por lo general su actitud es a la defensiva o al ataque. (F) (M)
·   Se deprimen con facilidad. (F)
· Se alteran con suma frecuencia. Poseen una alta sensibilidad a sentirse ofendidos, humillados o pisoteados. (M)
·  Provocan situaciones de sufrimiento tanto en su mente como en la vida práctica. Es la típica persona con pensamientos catastróficos o que la perturban. También, aquella que atrae accidentes o situaciones que le provocan llanto o sufrimiento (necesidad de manifestar el dolor). En este último caso encontraríamos la persona que ostenta un conflicto de victimismo. (F)
· Atrae situaciones de caos, discusión e incluso grescas con la familia, compañeros de trabajo o el entorno que lo circunscribe (necesitan expresar su agresividad y la trasladan en la gente cercana). (M)
· Desarrolla obsesiones, compulsiones o adicciones con frecuencia. En especial a las drogas o a actividades como el juego, la televisión, el trabajo, el dinero. (M)
·  Se obsesiona con las relaciones personales, como su pareja, padres, hijos, mascotas. Y desarrolla compulsiones a la comida, las compras, el voluntariado. (F)
·   Se enferman de: las mamas, los huesos, la garganta, los pulmones, las fascias, el colon, obesidad. (F)
·    Sufren de: hipertensión, obesidad, las arterias o el corazón, ulceras, hígado. (M)
·    Buscan cambiar: a los demás, a su pareja, sus padres, su entorno, el mundo. Esperan que el otro o las circunstancias cambien y entorno a esto, aguantan y justifican cualquier tipo de ofensa, irrespeto o violencia. (F)
· Viven la vida de los demás para mendigar amor o protección. Ostentan una gran demanda de aprobación. Pueden llegar a mentir o fingir para conseguir algo de seguridad, amor o protección. (F)
·   Buscan con constancia la competencia, ser mejores, destacarse. El caldo de cultivo lo encuentran en el trabajo. Quieren sentirse superiores, exigentes al máximo y rígidos. Es la típica persona que se le aplica: “la que no gana la empata”, aunque en este caso llega a ser casi patológico. Puede pelear y pasar por encima de los demás. (M)
·    Reacciona con violencia verbal e incluso física a la menor contrariedad. (M)
·    Vive cambios de ánimo repentinos, es voluble y poco estable. (F) (M)
·    Desconectado de su entorno, de su mundo, del universo. (M) (F)

Las señales o perfil que hemos expuesto es un indicativo, una tendencia, la predisposición que puede presentar un individuo cuando ha sufrido o sufre maltrato o violencia en su vida. Recordemos que no importa si se trata del pasado o el presente, pues mientras la persona no sane las heridas del pasado, el inconsciente las sigue radiando porque no existe el tiempo para esta mente. De ahí que las heridas sigan supurando en forma de comportamiento, situación, persona, pensamiento o enfermedad.

Para terminar este artículo les comparto un apartado de mi último libro Tras las cortinas, donde expreso lo que catalogo como violencia y de este modo comprender que la violencia no es solamente física:

“La violencia tiene muchos disfraces, nos engaña con diversas formas, es astuta, se camufla en forma de falacia de placer, comodidad, bienestar e incluso de amor. Es como las mieles de medusa que se expanden sigilosas y carcomen con su veneno a su paso, desertizando los más bellos parajes de nuestra alma, de nuestra mente y nuestro corazón; muchas veces sin percibirlo o negando que existe, hasta que la evidencia clama. Se propaga desde el recóndito lugar donde la hemos ocultado, llegando a manifestarse en la superficie, en nuestro cuerpo, nuestra casa, en la acera que pisamos, incluso en el camino que recorremos todos los días. Es posible que solo nos demos cuenta cuando la vida que pensábamos que era “normal” se derrumbe como un castillo de arena. Afortunadamente existe un antídoto para este veneno y se llama ¡reconocimiento!”


¡Te invito a compartir tus experiencias sobre el tema!







Escritora y Especialista en BNE
Universidad de Torreón
Enric Corbera Institute

Facebook: Luz-en-tu-camino-interior

Twitter: luzentucamino26


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