martes, 29 de julio de 2014

Si me agrada, soy feliz


Los seres humanos tienden a buscar todo aquello que perciben como agradable y a huir de aquello que perciben como desagradable. Las personas cuando encontramos algo agradable lo relacionamos con felicidad y lo contrario, con infelicidad o desgracia. Es un precepto fuertemente arraigado en nuestra sociedad y sobre el cual hemos sido educados; un criterio sesgado que diezma, parcializa y limita la esencia del significado de la felicidad.  

Desde muy pequeños estamos condicionados a la constante búsqueda de lo agradable, lo cual  deriva en diversas consecuencias; como que cuando nos concentramos demasiado en el sabor agradable de los alimentos, posibilitamos convertirnos en comedores compulsivos, o sea en obesos; también si buscamos siempre personas agradables, podemos llegar a la discriminación y/o a generar enemigos, con la consabida carga de odio y resentimiento; otra consecuencia se produce en el momento que  buscamos de forma acusada que en el trabajo todo sea agradable, ocasionando poco rendimiento laboral, desempleo e inestabilidad económica, si además se acompaña con el desconocimiento de aquello que se quiere hacer.  La búsqueda constante de lo agradable también promueve la adquisición de compulsiones como el alcoholismo, la drogodependencia, la oniomanía (adictos a las compras), etc...

Dentro dela sociedad se han establecido parámetros de lo agradable y desagradable, por ejemplo: resulta ser agradable la belleza física, entonces si una persona es fea (dentro de esos parámetros), es desagradable y en ocasiones repudiada; un hecho que considero en los últimos tiempos ha dado lugar a una oleada de obsesión con la belleza; encontrando un caldo de cultivo en la cirugía plástica y la estética, una solución para quien persigue desesperadamente sentirse agradable y una industria de riqueza para otros. A propósito de la riqueza, este es otro parámetro junto con la fama que ha sido catalogado como agradable, se supone que conseguir estos resultados genera felicidad, lo que significa,  que si alguien es pobre y desconocido, debe ser infeliz. El precepto de lo agradable y desagradable que arrastramos en el inconsciente nos llevan a buscar la felicidad fuera de nosotros mismos, cuando en realidad según las consideraciones propias es un estado de paz interior y no depende de lo que se establece socialmente o de lo que perciban los sentidos como agradable o desagradable.

La forma de transformar esta información en nuestro inconsciente, es precisamente lo contrario: hacer esta información consciente, lo cual nos permitirá entender y comprender que cuando encontramos cosas, personas o situaciones que percibimos como desagradables, necesitamos ser receptivos y abrir la mente para asimilar lo diverso; comprendiendo que las situaciones y personas que se presentan en nuestra vida son los maestros que la vida o Dios nos envía para aprender lo que necesitamos para evolucionar. Precisamente en lo anterior, es donde encontraremos la felicidad, un estado de completa aceptación y paz interior.

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