Los seres humanos tienden a buscar
todo aquello que perciben como agradable y a huir de aquello que perciben como desagradable.
Las personas cuando encontramos algo agradable lo relacionamos con felicidad y
lo contrario, con infelicidad o desgracia. Es un precepto fuertemente arraigado
en nuestra sociedad y sobre el cual hemos sido educados; un criterio sesgado que
diezma, parcializa y limita la esencia del significado de la felicidad.
Desde muy pequeños estamos
condicionados a la constante búsqueda de lo agradable, lo cual deriva en diversas consecuencias; como que cuando
nos concentramos demasiado en el sabor agradable de los alimentos,
posibilitamos convertirnos en comedores compulsivos, o sea en obesos; también si
buscamos siempre personas agradables, podemos llegar a la discriminación y/o a
generar enemigos, con la consabida carga de odio y resentimiento; otra
consecuencia se produce en el momento que buscamos de forma acusada que en el trabajo
todo sea agradable, ocasionando poco rendimiento laboral, desempleo e
inestabilidad económica, si además se acompaña con el desconocimiento de
aquello que se quiere hacer. La búsqueda
constante de lo agradable también promueve la adquisición de compulsiones como
el alcoholismo, la drogodependencia, la oniomanía (adictos a las compras), etc...
Dentro dela sociedad se han
establecido parámetros de lo agradable y desagradable, por ejemplo: resulta ser
agradable la belleza física, entonces si una persona es fea (dentro de esos
parámetros), es desagradable y en ocasiones repudiada; un hecho que considero en
los últimos tiempos ha dado lugar a una oleada de obsesión con la belleza; encontrando
un caldo de cultivo en la cirugía plástica y la estética, una solución para
quien persigue desesperadamente sentirse agradable y una industria de riqueza
para otros. A propósito de la riqueza, este es otro parámetro junto con la fama
que ha sido catalogado como agradable, se supone que conseguir estos resultados
genera felicidad, lo que significa, que
si alguien es pobre y desconocido, debe ser infeliz. El precepto de lo
agradable y desagradable que arrastramos en el inconsciente nos llevan a buscar
la felicidad fuera de nosotros mismos, cuando en realidad según las consideraciones
propias es un estado de paz interior y no depende de lo que se establece
socialmente o de lo que perciban los sentidos como agradable o desagradable.
La forma de transformar esta
información en nuestro inconsciente, es precisamente lo contrario: hacer esta información consciente, lo cual nos
permitirá entender y comprender que cuando encontramos cosas, personas o
situaciones que percibimos como desagradables, necesitamos ser receptivos y
abrir la mente para asimilar lo diverso; comprendiendo que las situaciones y
personas que se presentan en nuestra vida son los maestros que la vida o Dios
nos envía para aprender lo que necesitamos para evolucionar. Precisamente en lo
anterior, es donde encontraremos la felicidad, un estado de completa aceptación
y paz interior.
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