Existen progenitores que de una u otra forma atan a sus hijos, hipotecándolos de forma física y emocional, apoyados en “el cuarto mandamiento”
El cuarto mandamiento es un
precepto tácito o explícito que ha influido en la formación de muchas personas en
el mundo, en especial del mundo occidental y aunque se relaciona con religión
su influencia va más allá de las doctrinas.
Cuando los padres han cumplido
con su deber merecen mucho más que ser honrados, pues los que somos padres
sabemos lo que significa. No obstante,
cuando los progenitores -por exceso u omisión- abandonan sus funciones
naturales, es inexorable el gran daño que causan a sus descendientes; y este es
el tema que trataremos a continuación.
Por tanto queremos referirnos a
aquellos progenitores que de una u otra forma atan a sus hijos hipotecándolos
de forma física y emocional, apoyados en “el cuarto mandamiento”. Los
mencionados padres en vista de que son incapaces de fomentar en los hijos, la
autonomía y la independencia, fundamentados en un profundo respeto y amor por ellos,
de forma inconsciente los educan bajo el
temor a vivir por sí mismos, el rechazo y la baja autoestima. Aprenden a
manipular a sus hijos y logran someterlos toda la vida a su voluntad. Dicha
manipulación es ejercida mediante el temor, la indiferencia, la sobreprotección
y la culpa. Muchos de estos hijos tardan toda una vida en darse cuenta de que
no tuvieron o tienen una vida propia.
Un ejemplo lo encontramos en la
cantante inglesa “Susan Boyle”, la cual se lanzó al estrellato en el programa
de televisión “Britain’s Got Talent versión 2009”, una mujer con un talento
espectacular para cantar, pero que nadie conocía, pues se dedicó a cuidar a sus
padres hasta que murieron y a la edad de 50 años todavía no sabía lo que significaba
besar a un hombre. Media vida desperdiciada, afortunadamente para ella todavía
no era tarde, no obstante para otros sí que puede serlo.
Algunos de estos padres se
apoderan sutilmente de la vida de sus hijos sin que ellos se den cuenta, con un
disfrazado amor y digo “disfrazado” ya que el padre que ama a su hijos, le
permite ser y promueve en él, la independencia. Este progenitor es egoísta,
piensa exclusivamente en su beneficio, el cual pasa por sentirse seguro, tener
un motivo para vivir, tener quien lo acompañe en la vejez y en algunos casos
además quien los sostenga económicamente. Prontamente inculcan a sus vástagos
la culpa, basados en el cuarto mandamiento.
Los hijos suelen estar por lo
general ignorantes de esta situación, acorralados por sus temores, inhibidos
por sus culpas -muy agradecidos con sus padres- pero ante todo, frustrados. Por
lo general se marginan de una vida marital y de procrear, llegan a viejos al
lado de sus progenitores, algunos se mueven de esta situación solo cuando ellos
mueren, como en el caso de “Susan”.
Aunque los padres son
responsables de dicha situación, también lo son los hijos, puesto que en la
mayoría de los casos, ellos evaden la situación y se amparan en alguna
justificación para no emanciparse, creyéndose discapacitados para lograrlo,
pero en realidad algunos están muy cómodos y seguros para separase ya que
todavía están disfrutando del “confort de la placenta” y se inhiben de
cualquier esfuerzo para conseguir la autonomía, es decir están tan acostumbrados
a vivir de esta forma que son como el musgo al árbol, incompetentes para sobrevivir
por ellos mismos.
Ahora, te pregunto ¿Crees que
se debe honrar a estos padres? Espero tus respuestas y comentarios, gracias por
leerme.
Escritora, Especialista y
¡Te invito a compartir tus experiencias
sobre el tema!
Escritora, Especialista y
Certificada en Bioneuroemoción©
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