jueves, 21 de diciembre de 2017

Qué hacer cuando sufrimos de un dolor emocional


Ante la presencia de una afección corporal buscamos remediarlo mediante primeros auxilios o recurriendo al médico u hospital, si es el caso. Esto ocurre debido a que somos conscientes de lo que nos está sucediendo. No obstante cuando se presenta un impacto y dolor emocional es nuestro inconsciente el que actúa en primera instancia, esto significa que en este momento todavía no somos conscientes.El inconsciente mediante reacciones inmediatas busca protegernos ante cualquier situación que detecte como peligrosa, siendo el dolor emocional una de ellas.  Sucede que, si nos hacemos conscientes del mismo, tal cual acontece con el físico, y encontramos una solución, este desactiva sus respuestas de defensa, pero en caso contrario, ellas permanecen activas.

 Dentro de las soluciones que despliega el subconsciente ante un dolor emocional que permanece, pueden estar: la enfermedad física, la evasión, trasladar (proyección), el victimismo, disfrazar o solapar con alguna obsesión, y según la intensidad, en oportunidades, esconderlo u olvidarlo (pérdida de la memoria).

 El inconsciente tiene como función principal proteger la vida y se activa de un modo autónomo. El dolor es identificado por este como una amenaza para la supervivencia. La relación entre la enfermedad y el dolor emocional es que la primera es una respuesta de nuestro inconsciente para solucionar el segundo. Por ejemplo, cuando nos duele una rodilla, es la solución que este da a un conflicto de un posible sometimiento, humillación o desvalorización. Cabe aclarar que la respuesta va a depender de cada persona y la información que contenga dentro del subconsciente.

El dolor emocional se agudiza cuando no se halla una solución consciente, entonces el subconsciente sigue “resolviendo” con la enfermedad física o un conflicto comportamental o mental. La emoción crece de adentro hacia afuera hasta llegar a exteriorizarse, en ocasiones se detecta cuando es demasiado tarde. Dicha información puede materializarse en un cáncer, un infarto o quizás en una alteración de comportamiento que posibilite los bloqueos inconscientes que detienen o convierten la vida de la persona en desgraciada. Las compulsiones, obsesiones o los llamados “vicios” son posibles soluciones o placebos para distraer el malestar emocional que la persona percibe y del cual desconoce su procedencia.

Cuando perdemos a un ser querido sea por muerte o separación y no realizamos el duelo correspondiente, es decir, reprimimos o escondemos o no expresamos el dolor-es posible que sea tan fuerte que el inconsciente lo oculte para protegernos de nuestra propia muerte-, con el tiempo terminará manifestándose en forma de padecimientos corporales o enfermedad.

Los primeros auxilios para un dolor emocional consisten en expresar; la persona necesita identificar qué es lo que siente y buscar la manera de dejar salir sus sentimientos y emociones, quizás sea: hablando, llorando o dando una patada a una almohada o propinando golpes a un saco de boxeo, etc. Luego de superada la crisis, es preciso chequear mediante algún proceso, metodología o procedimiento, que no se haya reprimido u ocultado algun tipo de emoción, una que posteriormente le generen una afección física o comportamental.

Aquello que no se reconoce se duplica y algunas veces se multiplica, causando graves y diversas consecuencias, dentro de las mismas podemos encontrar, aparte de la enfermedad física: la histeria, las adicciones, los accidentes, las deudas, la soledad, la depresión, la ansiedad. En resumen, las secuelas de esconder las susodichas heridas emocionales o dolores pueden llegar a derivar en una vida de infortunio o desdicha.

Para sanar un dolor de este tipo requerimos de ciertas dosis de reconocimiento, aceptación y perdón. Estos ingredientes nos proveen de una actitud consciente, de observación propia y de las circunstancias que nos rodean. El proceso para sanarlo es análogo al de sanar una dolencia física. Inicialmente acudimos a los primeros auxilios, en otras palabras, a identificar qué es lo que sentimos y luego nos permitimos expresarlo, lo cual será suficiente si la afección no es profunda. Después, en caso de que el daño sea muy severo o grave, necesitaremos tratamiento y un especialista. El especialista en el caso físico es el médico o un cirujano, en el supuesto emocional puede ser un especialista en sanación emocional (BNE), Psiquiatra, Psicólogo, Coach, etc., todo dependerá del tipo de padecimiento.

Dentro del tratamiento en una herida física por lo general se aplica algún antiséptico y se limpia. En el campo emocional, el especialista acompaña para que la persona identifique (antiséptico) y reconozca (limpiar la herida) o asimile lo sucedido. La identificación conduce a que la persona determine el sentimiento, le dé un nombre, por ejemplo: angustia, cobardía, desespero, etc., y el reconocimiento significa la asimilación y la expresión de la emoción.

Cuando la afección física empiece a sanar, escocerá o arderá durante un tiempo.  De forma similar acontece con la emocional; mientras la estamos sanando, dolerá cuando algo o alguien nos recuerde con cierta palabra, gesto o hecho, que todavía no ha cicatrizado, pero la actitud de observación permitirá la aceptación del suceso y continuar el proceso de curación.  La herida física estará sana cuando cicatrice, entretanto en el aspecto emocional para que se cure, es necesario perdonar a aquellas personas “responsables” o “culpables” del dolor. Aunque sin lugar a duda, el principal perdón es aquel que nos concedemos a nosotros mismos, ya que podemos comprender que los demás son solo unos actores en el escenario de nuestra vida y que los hemos “invitado” a participar. La cicatriz quedará para que recordemos no tropezar de nuevo con la misma piedra.







Luz Quiceno
Escritora y Especialista en BNE

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