Veamos dos, los cuales considero, causan mayor daño emocional: uno es alejarse de las personas que la pueden llegar a amar y el otro es atraer justo a las que no la van a amar. Por lo general, dichas personas desarrollan correspondientemente, la actitud de indiferencia o victimismo. La primera es una actitud que se caracteriza por la evasión y la segunda por el sufrimiento; ambos esconden el miedo al abandono.
Empecemos por la persona que
presenta la actitud de víctima: se
trata de alguien que atrae como pareja a quien la va hacer sufrir; se encuentra con sujetos discapacitados para intimar, inmaduros, promiscuos, casados o
simplemente que discrepan del compromiso y hacer pareja; por lo tanto,
frecuentemente el individuo con esta actitud queda con el nido vacío o atrapado
en una unión con conflicto permanente. Se cumple justo lo que teme: el
abandono. Situación que suele agravarse cuando la víctima se obsesiona con el abandónico
y le hostiga, persigue o acosa; buscando de manera enfermiza que regrese (que no la abandone). Ahora, la otra actitud,
la de indiferencia, se caracteriza por
la huida; la persona corre cuando siente que puede llegar a enamorarse,
buscando barreras físicas o emocionales infranqueables para terminar su
relación; según sea la pareja. El individuo puede inventarse un viaje, ser
infiel o cambiar a una conducta que desilusione. Simplemente genera motivos
para desenamorar o desenamorarse. Como se puede observar, las dos actitudes son
complementarias y opuestas; es decir, se atraen y tienen grandes posibilidades
de establecer una relación, unidos por un factor común: miedo al abandono.
Para observar este hábito,
tomemos el caso de Elena:
Se trata de una atractiva mujer
que lucha por establecer una relación sentimental estable, ha tenido dos
relaciones “estables”, la primera fue con el padre de su única hija, un hombre
que jamás la respetó. El hombre constantemente paseaba sus amantes enfrente de ella
de forma descarada; sin embargo, Elena continuamente lo perdonaba. La relación
terminó cuando su compañero constituyó una relación con otra mujer y se marchó
definitivamente; abandonó a Elena. Ella
sufrió muchos años tratando de olvidar y perdonar, estuvo dando tumbos en
diferentes brazos para amainar su pena amorosa, hasta que pasados unos cuantos
años surgió otro hombre. Elena al parecer había encontrado un nuevo amor y una unión
estable; no obstante, transcurrido un año, el hombre empezó a comportarse de
forma extraña y alegando una depresión, la abandonó.
Por el contrario, en lugar de
ella alejarse, insistió y siguió buscándolo en su nueva casa, justificando la persecución
con su situación económica, hasta que logró meterse de nuevo en su cama y en su
vida, con múltiples manipulaciones. Situación que tampoco permaneció, al poco
tiempo, de nuevo él empezó con las mismas actitudes y un día le pidió a Elena que
se marchara porque había encontrado un nuevo amor. Elena se fue con el corazón compungido y el alma
destruida. Ella lo observó en varias oportunidades con su nueva pareja,
paseándose tranquilamente en frente suya. Empero, la historia no termina aquí: Elena ha regresado otra vez con él; ella se
ha envuelto en un círculo vicioso de conflicto
y abandono.
El caso de Elena es el típico
de una persona que presenta miedo al abandono
con victimismo, ella lo vivió desde muy niña; sus padres la abandonaron
emocionalmente cuando estaba pequeña; una causa fue el alcoholismo del padre y
la otra, la pena sufrida después de la muerte de su hermana mayor; habida
cuenta de esto, los padres dejaron de prestarle atención, darle afecto, ponerle
límites y lógicamente, amor, en especial el padre. María se acostumbró a estar
en carencia y a sufrir por abandono,
ella se obsesionó con conseguir que esencialmente su padre, la atendiera y amara, pero como no lo logró, seguió
buscándolo en cada hombre del que se enamoraba; sin embargo, atraía hombres con los cuales no tenía posibilidad de que la amaran, ella los conquistaba comportándose como a ellos les gustaba, pero al poco tiempo, estos se daban cuenta de que Elena no era así; entonces en este momento, la abandonaban. Elena inconscientemente buscaba hombres que “sabía” tarde o temprano la abandonarían, como su padre; sin embargo, su obsesión por conseguir que la amaran, la llevaba a manipularlos y asediarlos, convirtiendo su vida en un rodar de sufrimiento, tal como estaba acostumbrada.
Las personas que ostentan el miedo al abandono son personas que provienen de una herencia emocional, también de abandono. Es posible que algún o algunos de sus antepasados hayan vivido episodios de
abandono en contexto de vida o muerte. En los mencionados casos, el miedo se
impregna en cada célula del cuerpo del antepasado y luego es transmitida a través
de sus genes, a la espera de que un descendiente sane la información. Dicha
experiencia es la que promueve la repetición de los sucesos en el clan familiar,
para que alguien los trascienda y libere.
¡Te invito a compartir tus experiencias
sobre el tema!
Escritora
y Certificada en BNE
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