miércoles, 29 de noviembre de 2017

Si tú temes el abandono puedes atraer más abandono

Ciertas personas viven sus relaciones afectivas bajo la sombra del temor al abandono. Dichos vínculos se mantienen dentro de este influjo, y la persona llega a soportar “cualquier cosa” para no ser abandonada. El abandono es un temor que impide a una persona establecer relaciones -en especial de pareja- en confianza, respeto, adecuada comunicación y amor; el individuo con este miedo adquiere diversos comportamientos inconscientes.
Veamos dos, los cuales considero, causan mayor daño emocional: uno es alejarse de las personas que la pueden llegar a amar y el otro es atraer justo a las que no la van a amar. Por lo general, dichas personas desarrollan correspondientemente, la actitud de indiferencia o victimismo. La primera es una actitud que se caracteriza por la evasión y la segunda por el sufrimiento; ambos esconden el miedo al abandono.

Empecemos por la persona que presenta la actitud de víctima: se trata de alguien que atrae como pareja a quien la va hacer sufrir; se encuentra con sujetos discapacitados para intimar, inmaduros, promiscuos, casados o simplemente que discrepan del compromiso y hacer pareja; por lo tanto, frecuentemente el individuo con esta actitud queda con el nido vacío o atrapado en una unión con conflicto permanente. Se cumple justo lo que teme: el abandono. Situación que suele agravarse cuando la víctima se obsesiona con el abandónico y le hostiga, persigue o acosa; buscando de manera enfermiza que regrese (que no la abandone). Ahora, la otra actitud, la de indiferencia, se caracteriza por la huida; la persona corre cuando siente que puede llegar a enamorarse, buscando barreras físicas o emocionales infranqueables para terminar su relación; según sea la pareja. El individuo puede inventarse un viaje, ser infiel o cambiar a una conducta que desilusione. Simplemente genera motivos para desenamorar o desenamorarse. Como se puede observar, las dos actitudes son complementarias y opuestas; es decir, se atraen y tienen grandes posibilidades de establecer una relación, unidos por un factor común: miedo al abandono.

Para observar este hábito, tomemos el caso de Elena:

Se trata de una atractiva mujer que lucha por establecer una relación sentimental estable, ha tenido dos relaciones “estables”, la primera fue con el padre de su única hija, un hombre que jamás la respetó. El hombre constantemente paseaba sus amantes enfrente de ella de forma descarada; sin embargo, Elena continuamente lo perdonaba. La relación terminó cuando su compañero constituyó una relación con otra mujer y se marchó definitivamente; abandonó a Elena. Ella sufrió muchos años tratando de olvidar y perdonar, estuvo dando tumbos en diferentes brazos para amainar su pena amorosa, hasta que pasados unos cuantos años surgió otro hombre. Elena al parecer había encontrado un nuevo amor y una unión estable; no obstante, transcurrido un año, el hombre empezó a comportarse de forma extraña y alegando una depresión, la abandonó. Por el contrario, en lugar de ella alejarse, insistió y siguió buscándolo en su nueva casa, justificando la persecución con su situación económica, hasta que logró meterse de nuevo en su cama y en su vida, con múltiples manipulaciones. Situación que tampoco permaneció, al poco tiempo, de nuevo él empezó con las mismas actitudes y un día le pidió a Elena que se marchara porque había encontrado un nuevo amor. Elena se fue con el corazón compungido y el alma destruida. Ella lo observó en varias oportunidades con su nueva pareja, paseándose tranquilamente en frente suya. Empero, la historia no termina aquí: Elena ha regresado otra vez con él; ella se ha envuelto en un círculo vicioso de conflicto y abandono.

El caso de Elena es el típico de una persona que presenta miedo al abandono con victimismo, ella lo vivió desde muy niña; sus padres la abandonaron emocionalmente cuando estaba pequeña; una causa fue el alcoholismo del padre y la otra, la pena sufrida después de la muerte de su hermana mayor; habida cuenta de esto, los padres dejaron de prestarle atención, darle afecto, ponerle límites y lógicamente, amor, en especial el padre. María se acostumbró a estar en carencia y a sufrir por abandono, ella se obsesionó con conseguir que esencialmente su padre, la atendiera y amara, pero como no lo logró, seguió buscándolo en cada hombre del que se enamoraba; sin embargo, atraía hombres con los cuales no tenía posibilidad de que la amaran, ella los conquistaba comportándose como a ellos les gustaba, pero al poco tiempo, estos se daban cuenta de que Elena no era así; entonces en este momento, la abandonaban. Elena inconscientemente buscaba hombres que “sabía” tarde o temprano la abandonarían, como su padre; sin embargo, su obsesión por conseguir que la amaran, la llevaba a manipularlos y asediarlos, convirtiendo su vida en un rodar de sufrimiento, tal como estaba acostumbrada.

Las personas que ostentan el miedo al abandono son personas que provienen de una herencia emocional, también de abandono. Es posible que algún o algunos de sus antepasados hayan vivido episodios de abandono en contexto de vida o muerte. En los mencionados casos, el miedo se impregna en cada célula del cuerpo del antepasado y luego es transmitida a través de sus genes, a la espera de que un descendiente sane la información. Dicha experiencia es la que promueve la repetición de los sucesos en el clan familiar, para que alguien los trascienda y libere.


¡Te invito a compartir tus experiencias sobre el tema!






Escritora y Certificada en BNE

Twitter: luzentucamino26

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