viernes, 9 de mayo de 2014

¿Son nuestras creencias un revulsivo de cambio?


Es común pensar que por el hecho de profesar una determinada creencia o filosofía de vida, se logran los cambios personales y mejorar la vida; sin embargo, en ciertas oportunidades hemos observado personas que siendo muy “religiosas o espirituales”, obran de forma contraria a los principios o preceptos que profesan; dicho comportamiento causa gran decepción en especial para aquellos que somos sus seres queridos o amigos, máxime cuando en algún momento han tratado de convencernos mediante la prédica de “la verdad”, pretendiendo inducirnos a su religión, secta, grupo o ideología. Dichas personas creen o quieren hacer creer que su dogma las ha cambiado, mostrándose como su doctrina les indica o como ellos quisieran ser. El mencionado auto-engaño genera en el sujeto, represión de emociones; por esta razón, quedan en evidencia ante ciertas circunstancias, mostrando las acequias que quieren ocultar. La prédica se desvanece entre las emociones que se apropian de sus actos y terminan procediendo en una flagrante violación a los dogmas que abrigan.

El adoptar una filosofía o doctrina de vida o pertenecer a algún grupo con modo común de expresar  la fe o método para buscar a Dios, la paz interior o el paraíso; no es un garante para conseguir un cambio personal. El hecho de creer, participar de eventos y leer libros, es solo el comienzo del camino y quedarnos atrapados en esta fase es una forma de evadir la responsabilidad con nosotros mismos. En realidad estamos abandonando los principales propósitos para mejorar nuestra vida, como: conocernos a nosotros mismos, identificando tanto las miserias como las riquezas que poseemos; sanar y aceptar con profundo amor la realidad de nuestra vida; adquirir la habilidad para cambiar aquello que no somos y minimizar aquellas debilidades que lastiman, entre otras. Cuando nos alejamos de nosotros mismos y exclusivamente nos enfocamos hacia personificaciones o entes externos (Dios, maestro, guía, filosofía), lo que posiblemente conseguiremos será motivación prestada y momentánea y el objetivo de cambiar, se esfumará.  

Las creencias, la filosofía o los conceptos corresponden al intelecto; por tanto hasta que estos no toquen las emociones (el inconsciente) los verdaderos cambios no se producirán. Antes que nada necesitamos salir del analfabetismo emocional, encaminándonos a peregrinar en nuestro interior.

El desarrollo integral del ser humano presenta diferentes escalas, la escala inicial empieza por identificar que no somos solo un pedazo de carne que se mueve y piensa, en esta fase buscamos la religión para satisfacer el vacío del no-ser, luego viene el proceso de relacionarse con las emociones para conocerse y sanar, aquí es donde empezamos a necesitar la conexión espiritual primero con nosotros y luego con Dios, Divinidad, Fuente Universal, etc.  


Todo lo expuesto permite recapacitar acerca de lo que estamos haciendo para cambiar y mejorar nuestra vida y a la vez comprender las diferentes fases de desarrollo del ser, para poder respetar el proceso propio y el de los demás. Concebir a las personas que hemos descrito en el primer párrafo, es aceptar que su desarrollo se encuentra en las escalas del no-ser y posiblemente estén atrapadas o necesiten quedarse allí; no obstante si la mencionada situación sigue causando malestar es porque a lo mejor se esté compartiendo el mismo escalón, no obstante, esta reflexión servirá para penetrar sobre sí mismo y empezar el proceso de peregrinaje interior. La comprensión consciente (sin engaños y evasión) es  sinónimo de evolución: “cuanto existe sabiduría, mayor humildad y comprensión”.

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