Cada ser humano vive experiencias particulares que moldean su
personalidad y le otorgan una lectura propia de la vida, lo cual genera que
existan diversas interpretaciones sobre el mismo mundo. Es evidente que se
presenta unanimidad, especialmente cuando hablamos de hechos científicos comprobados,
por ejemplo, que el agua hierve entre noventa (90) y cien (100) grados
centígrados, que somos un conjunto de moléculas, o que la tierra es redonda. No
obstante, aunque sean verdades establecidas, pueden existir personas que lo asuman
conforme a su “verdad”; para una persona ciega o un niño, la sensación es que
la tierra es plana, incluso para muchos adultos; ya que la curvatura de la tierra
es imperceptible para la mayoría de seres.
Una persona de por si es un mundo y pese a que existen afinidades,
semejanzas, o ideas comunes, como, por ejemplo, el género, la profesión, la
cultura, la religión, el idioma, etc., temas que nos unen; sin embargo, cierto
es que cada uno asume e interpreta la vida de acuerdo a su realidad interior,
esto es lo que algunos denominan: el efecto observador, un concepto de
la física cuántica que significa que según se observe un fenómeno este sufre un
comportamiento, o sea que es el observador el que condiciona lo observado, la
realidad resulta ser construida por el sujeto.
Las experiencias que vivimos vienen dadas por la herencia, el
carácter personal y el ambiente en que nos desarrollamos. Estas variables
determinan que cada persona actué, piense y perciba de forma particular la
vida. Tomemos un ejemplo, hace un tiempo cuando me mudé de vivienda y recibí la
visita de una amiga, ella me dijo: —está como un poco pequeña la casa—. Días
después vino a visitarme otra amiga y ella me dijo: —¡vaya casa tan grande! —.
Son dos visiones apuestas de un mismo objeto (la casa). La explicación que
encontré es que, la primera, vive en una casa el doble de grande que la mía y
la segunda, en una que es la mitad. La conclusión es que ambas tienen razón, de
acuerdo a la experiencia que cada una vive.
Las diversas interpretaciones ocasionan dificultades en la
comunicación; cantidades de veces al expresar una idea u opinión nos
encontramos con que el interlocutor entiende algo diferente y quizás opuesto a
lo que queremos decir. Y por más que nos esforzamos en hacerle entender, este interpreta
algo diferente. Una muestra más general la tenemos en las religiones; existen
textos sagrados que establecen “la verdad”, no obstante, surgen diversas
interpretaciones que derivan en cantidades de conglomeraciones de una misma religión.
También sucede de igual forma con las leyes, están escritas, sin embargo, hay
la necesidad de que ciertos organismos, jueces o abogados las interpreten y
expongan argumentos para solucionar un litigio jurídico. De tal modo, que el
testigo escrito, asimismo, es susceptible de variables de interpretación.
El ser humano en su afán de convivencia ha establecido ciertas normas,
leyes o mandamientos universales que nos llevan a solventar las vicisitudes propias
de la diversidad, sin embargo, la interpretación lleva a desacuerdos, luchas y quizás
a guerras; cuando cada lado busca tener la razón e imponer su poder. En
nuestras relaciones laborales y sociales ocurre de igual forma y ni que decir
de la intimidad, en el hogar, en la cama e incluso con nosotros mismos. Las interpretaciones
y las consecuencias, tales como: las discrepancias,
la oposición o los desacuerdos son propios de la naturaleza de la vida, generan
el equilibrio y la estabilidad. Ahora, cuando se manifiesta la obsesión por
tener la razón, ocasiona agresividad, maltrato, lucha, guerra o destrucción;
produciendo desequilibrio y poniendo en riesgo la supervivencia humana.
Cuando se sufre de una obsesión por tener la razón, se quiere convencer,
se arguye, se discute, manipula e impone, si es necesario; negándose a escuchar
y procurar comprender a los demás. Ahora, si el otro o los demás hacen lo
mismo, es aquí donde nace el conflicto. En un conflicto por tener la razón es
común que cada uno se posicione radicalmente y se vuelva sordo e impida que el
interlocutor se exprese; juzgando al susodicho con altos grados de intolerancia,
que mezclan las emociones, los sentimientos y las acciones, que son el umbral
hacia la lucha, y tal vez la guerra y la consecuente destrucción. No se trata
de someterse, ni bajar la cabeza, tampoco de imponer, sino de hacernos
conscientes de que existen diferentes formas de interpretación, que van de
acuerdo a lo que cada persona experimenta y a la información que lo embebe.
Aceptar que cada persona es un mundo e interpreta conforme es su
interior, nos proporcionará un nivel de comprensión, que, aunque persevere el
desacuerdo, como mínimo, mantendremos un grado de respeto por lo que el otro
piensa, dice, hace o escribe, y nos permitirá oír y quizás “ponernos en los
zapatos del otro”. Siendo todo lo mencionado, virtudes fundamentales para la
sana convivencia.
Para empezar a encontrar pactos o acuerdos es conveniente practicar
una escucha activa, es decir, digerir las palabras y la expresión no verbal del
interlocutor, concentrándonos tanto en el otro que lleguemos a conectar con su sentir;
recreándonos en sus expresiones como si fueran propias. Esto requiere ejercitarse
para adquirir el hábito, pero una vez establecido surgirá de forma automática.
Las personas se preguntan constantemente ¿Qué hacer para ayudar a que
el mundo sea mejor y que no haya tanta guerra y violencia? Una respuesta sería:
sanar la violencia y la guerra en nuestro interior, es la mejor forma de
construir la paz, ya que desde allí se expandirá a nuestra pareja, familia y
sociedad. Transformándonos en seres de concordia y armonía.
Uno de los principios de la paz reside en comprender esta frase:
“existen tantas interpretaciones del mundo como observadores”, en otras
palabras, vivimos la vida conforme la interpretamos, la interpretamos de
acuerdo a lo que somos y somos la proyección de nuestro holograma, o sea, de la
información que existe en cada una de nuestras células.
Luz Quiceno
Escritora y Especialista en BNE
Facebook:
Luz-en-tu-camino-interior
Twitter: luzentucamino26
No hay comentarios:
Publicar un comentario