Esta es una frase que muchas personas pronuncian ante la
impotencia de separarse de otra que por lo general le causa algún daño o
perjuicio. Observemos algunas de las características emocionales que la persona
vive para que manifieste este sentir. Con el propósito de reflexionar y
comprender sobre el conflicto he tomado un aparte de un libro de mi autoría[i],
veamos:
Una persona que presente alguna degradación es proclive a formar una relación obsesiva con sus progenitores, su cónyuge u alguna persona de la cual considere puede lograr satisfacer sus “vacíos”. La persona cree en su ignorancia que, aferrándose a otra, obtendrá lo que requiere, esperando que el otro cambie y le dé lo que necesita; sin embargo, acontece todo lo contrario, nunca obtiene lo que pide. Es como intentar sacar agua de un pozo seco. Esta sensación de fracaso hace que insista y se obsesione, carcomiéndole la voluntad, la estima y la conciencia. Ambos se convierten en inválidos emocionales; son como dos ciegos tratando de andar en un camino empedrado, aferrándose el uno al otro sin poder avanzar, cayendo en cárcavas de sufrimiento.
La
característica fundamental de la adicción a otra persona es la necesidad que se tiene
del otro
para obrar, decidir
e incluso pensar. La ausencia
de la
otra persona, sea por abandono, muerte
o simple ausencia temporal, es un
motivo para que se pierda el
control y las ganas de vivir, el
individuo adicto cree morir e incluso en casos extremos la hace mediante una enfermedad, accidente o suicidio.
En esta relación existen dos papeles, uno activo y otro pasivo; el último es la víctima,
el sacrificado,
renuncia a sí mismo, a sus expectativas, proyectos,
planes o sueños, estos no existen;
se deja
absorber hasta el punto que
desconoce hasta dónde va él y dónde empieza el otro, pierde su identidad.
Las características principales
son: el
sometimiento, la entrega, la
abnegación, la cobardía y la baja
autoestima. El papel activo es un sujeto que se posesiona como dominante,
controlador y vehemente, aparenta ser
un todo
poderoso, con una gran “seguridad”, quizás un verdugo y un
maltratador físico y/o psicológico. Pero en realidad esa aparente dureza y fortaleza
esconden sus inseguridades y miedos, en ocasiones requiere más
del pasivo,
que éste de
él.
Necesita tener el poder
sobre la otra persona para sentirse confiado. El activo tapa su inseguridad con
agresividad. Su vida es engañosa,
ya que sufre, está tan frustrado como el pasivo.
Ambos están vacíos y necesitan urgentemente
llenarse, el primero cree que lo conseguirá, haciendo todo por el
otro y el segundo teniendo el control y dominio.
Luz Quiceno
Escritora y Certificada en
BNE
[i]
Luz Quiceno R., De sol@s que se casan y casad@s que hacen pareja, Pág 161-162, Segunda
Edición, Londres UK, 2016.
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