viernes, 17 de marzo de 2017

No puedo vivir sin él o sin ella

Esta es una frase que muchas personas pronuncian ante la impotencia de separarse de otra que por lo general le causa algún daño o perjuicio. Observemos algunas de las características emocionales que la persona vive para que manifieste este sentir. Con el propósito de reflexionar y comprender sobre el conflicto he tomado un aparte de un libro de mi autoría[i], veamos:

Una persona que presente alguna degradación es proclive a formar una relación obsesiva con sus progenitores, su cónyuge u alguna persona de la cual considere puede lograr satisfacer sus “vacíos”. La persona cree en su ignorancia que, aferrándose a otra, obtendrá lo que requiere, esperando que el otro cambie y le dé lo que necesita; sin embargo, acontece todo lo contrario, nunca obtiene lo que pide. Es como intentar sacar agua de un pozo seco Est sensación de fracaso hace que insista y se obsesione, carcomiéndole la voluntad, la estima y la conciencia. Ambos se convierten en inválidos emocionales; son como dos ciegos tratando de andar en un camino empedrado, aferrándose el uno al otro sin poder avanzar, cayendo en cárcavas de sufrimiento.
La característica fundamental de la adicción a otra persona es la necesidad que se tiene del otro para obrar, decidir e incluso pensar. La ausencia de la otra persona, sea por abandono, muerte o simple ausencia temporal, es un motivo para que se pierda el control y las ganas de vivir, el individuo adicto cree morir e incluso en casos extremos la hace mediante una enfermedad, accidente o suicidio.
En esta relación existen dos papeles, uno activo y otro pasivo; el último es la víctima, el sacrificado, renuncia a sí mismo, a sus expectativas, proyectos, planes o sueños, estos no existen; se deja absorber hasta el punto que desconoce hasta dónde va él y dónde empieza el otro, pierde su identidad. Las características principales son: el sometimiento, la entrega, la abnegación, la cobardía y la baja autoestima. El papel activo es un sujeto que se posesiona como dominante, controlador y vehemente, aparenta ser un todo poderoso, con una gran “seguridad”, quizás un verdugo y un maltratador físico y/o psicológico. Pero en realidad esa aparente dureza y fortaleza esconden sus inseguridades y miedos, en ocasiones requiere s del pasivo, que éste de él. Necesita tener el poder sobre la otra persona para sentirse confiado. El activo tapa su inseguridad con agresividad. Su vida es engañosa, ya que sufre, está tan frustrado como el pasivo. Ambos están vacíos y necesitan urgentemente llenarse, el primero cree que lo conseguirá, haciendo todo por el otro y el segundo teniendo el control y dominio.

Luz Quiceno
Escritora y Certificada en BNE




[i] Luz Quiceno R., De sol@s que se casan y casad@s que hacen pareja, Pág 161-162, Segunda Edición, Londres UK, 2016.

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