viernes, 7 de marzo de 2014

La corrupción, un mal social con origen emocional

En este corto escrito quiero puntualizar sobre los orígenes emocionales de dicho mal - la llamo así, porque corroe como un cáncer y al parecer también es contagiosa-. Dentro de las causas emocionales pueden existir varias, en este artículo hablaré sobre las que considero más importantes; con el propósito principal de sembrar la inquietud y la reflexión.

 En un escrito precedente hemos hablado sobre la “obsesión al dinero”, esta es una de las principales causas por la cual una persona se convierte en corrupta, otra, la encontramos en la atadura que presenta a su etapa infantil o adolescente, originada por lo general en la sobreprotección o abandono emocional de sus padres, se trata de un hijo al cual los progenitores le conceden sus caprichos con facilidad, debido a la incapacidad de brindarle emocionalmente lo que requiere. Los padres inconscientemente compensan de esta forma sus culpas; impedidos para establecer límites, aspecto indispensable para la autoestima, la ponderación y la integración social de su hijo. El individuo caprichoso es débil y posee una base emocional deficiente para lograr sus metas por méritos propios, carece de auto-respeto y fortaleza para sobreponerse a las dificultades, además es  envidiosa; en términos generales se trata de alguien que aplica la frase “el fin justifica los medios”, desposeídos de ética y moral, con una mente fantasiosa y ansiosa.

Es el típico individuo que cuando conoces, te hablará de negocios y proyectos de orden titánico, con suntuosas ganancias, aquella persona habladora y persuasiva que una vez consigue su objetivo, se aleja o pierde el interés por los demás, también es el típico compañero de trabajo que quiere que le suplan sus funciones y/o es tramposo, tal vez buscando con acuciosidad apoderarse del lugar de su jefe o de un amigo o conocido que genera cizaña entre los grupos, para pescar en rio revuelto, además difícilmente acepta un “no” como respuesta. Un sujeto incapaz de ser honesto que viola de forma solapada la ley y las normas y se puede llegar ufanar de sus triquiñuelas.

El corrupto es una persona caprichosa que se siente incapaz de merecer con su propio esfuerzo, sus sueños, luego, sus padres lo inhabilitaron, le coartaron su desarrollo, le transmitieron el concepto de que siempre podía conseguir lo que quería, pero acosta de los demás (sus padres). Individuos que pueden llegar a cambiar con fuertes golpes, como la cárcel o el infortunio de alguien querido como consecuencia de su comportamiento, pero mientras encuentren la complicidad de otros, la mirada esquiva de la sociedad y la candidez de algunos, seguirán con su proceder.


Solemos quejarnos sobre el fenómeno de la corrupción, pero: ¿qué estamos haciendo para contribuir con ello? o ¿qué estamos dejando de hacer? ¿Somos acaso del tipo de padres que hemos comentado? o ¿el amigo, compañero, que festeja y piensa de que es muy listo aquel que no se deja pillar haciendo trampa en una universidad, en el trabajo o en la calle? o ¿simplemente volteamos la vista? o ¿somos, los incautos? o ¿quizás seamos de aquellos que practicamos “el fin justifica los medios”?

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