A propósito de la reciente celebración del día del padre, me voy a permitir compartir un apartado de mi libro: De sol@s que se casan y casad@s que hacen pareja, en el cual esbozo los principales aportes emocionales con los que un padre contribuye en la adecuada formación de sus hijos, veamos:
Hasta hace poco tiempo, e
incluso todavía, algunas personas consideran que la única función del
padre es la de
ser un proveedor económico, nada más equivocado; el apoyo
y contribución del padre es fundamental
para la sana formación de los
hijos. Por esto empezaremos exponiendo los aportes del
padre en el proceso
natural para encontrar La Integridad[1].
Observemos que cuando el niño se reconoce como un individuo
diferente a la madre,
empieza a identificar
su sexualidad gracias a la presencia
del padre, quien
será un baluarte fundamental durante la
etapa infantil para lograrlo. La
imagen por sí misma le permite
observar y asociar (aprendizaje infantil) la
diversidad, tanto si es hombre como si es mujer. El infante registra
y establece las diferencias claramente entre sus
padres: los tonos de voz,
el aspecto
suave y delicado de su madre con lo recio y rudo de su padre, las conductas arriesgadas del padre con las
prudentes de su madre, la
forma distinta de actuar y sentir
de cada
uno. El
infante observa que papá
y mamá son distintos, compara y se
reconoce con su respectivo sexo. Constituyéndose esto en uno de los aportes más significativos del
padre. El pequeño comienza
la identificación como
hombre o mujer, gracias a la
presencia del padre y posteriormente en la adolescencia, la reafirma y consolida.
Otro de los aportes
importantes del padre es cortar
“el cordón
umbilical emocional” entre la madre y los hijos. La madre está facultada instintivamente para proteger sus crías,
además han crecido
en su vientre, han sido parte de ella (sin sus cuidados, difícilmente
sobreviviremos). Razón por la cual ella puede llegar a sobreproteger al hijo (si no se
encuentra preparada física y emocionalmente)
y de esta forma coartar el desarrollo
natural del hijo; es precisamente aquí cuando el padre realiza su intervención. El padre, conocedor
y dotado de forma instintiva para enseñar a los hijos los aspectos más externos, hace que
el hijo se desprenda poco a poco de la madre para poder instruirle en la
autoprotección y que empiece a valerse por
sí mismo. El padre “separa”
la madre del hijo; por un lado, consigue que la madre vuelva a reconocerse como esposa después
del parto, pues ella
puede dedicarse tanto a su hijo que
lo olvida y descuida, y por el otro, reclama su posición para cumplir con
sus funciones paternas, ubicando a cada uno en su lugar.
Ahora examinemos
los aportes que de forma conjunta hacen los padres a sus hijos,
para realizar
el proceso
natural y conseguir la Integridad.
La madre
a través del amor, los cuidados y la atención
se encarga de dar a sus
hijos las virtudes intangibles, como: la afectividad, la ternura, la paciencia,
la bondad, la creatividad, la
cooperación, la fuerza emocional,
la expresividad, la comunicación, la visión, la holística, etc., la madre es la energía femenina,
acorde con el hemisferio
derecho del neocortex del cerebro,
las virtudes
más químicas
y profundas del ser. Por
el contrario,
pero con
igual importancia, el padre
trasmite generalmente a través del
ejemplo, las virtudes más físicas
y externas como: la identidad sexual, la defensa, la supervivencia, el ánimo de explorar, el desafío, el enfoque, la capacidad de
decisión, la determinación, la responsabilidad,
el compromiso y las derivaciones de estos aportes propios del hemisferio izquierdo
del neocórtex cerebral. El padre transmite consciente
o inconscientemente el cómo, cuándo, con
qué, y la madre el qué,
para qué
y con quién.
¡Espero tus aportes y comentarios!
[1]
Integridad: es una necesidad que sentimos por naturaleza, se manifiesta consciente o inconscientemente, se resarce cuando
existe equilibrio entre la energía masculina y femenina del ser. Se percibe de diversas
formas, dependiendo del grado de evolución personal y social; en grados de
inferior desarrollo, se aprecia de manera inconsciente
y en superiores, consciente. Luz Quiceno, De sol@s que se casan y casad@s que
hacen pareja, pág.99, Londres, 2015.
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