Los seres humanos procedemos de una cadena genética
que viene codificada en el A.D.N, que está contenido en nuestras células; en las cuales
existe la impronta ancestral que determina no solo los rasgos físicos, también
los emocionales y psíquicos. Veamos que trascendencia puede alcanzar esta
información familiar en la existencia que llevamos.
Sigmund Freud se refirió a la transmisión
inconsciente de información de generación en generación, luego, varios autores
hicieron alusión en idéntico sentido. Pero como concepto terapéutico no se
conoció hasta en los años ochenta, cuando Anne Schutzenberguer[1]
empezó a utilizar el concepto de genosciograma con sus alumnos de la
Universidad de Niza. El genosciograma es la representación del inconsciente
familiar, un concepto que luego dio lugar a la psicogeneología. A partir de los
estudios de Schutzenberguer nace la psicogeneología y luego el
transgeneracional, tal como se conoce hoy en día al estudio y análisis del
árbol familiar.
La información genética contenida en el A.D.N se
exterioriza en el árbol genealógico de una persona, sus antepasados, en forma
general, inciden en sus comportamientos actuales. Este es un factor de gran
importancia en su desarrollo, ya que los antepasados de los padres son los
mismos nuestros y su conjunto constituye la información que contienen los genes
de cada uno de nosotros. Después del nacimiento, esta información podría
variar, dependiendo de la evolución personal de nuestros padres, el aprendizaje
que recibiéramos de ellos y la influencia del medio en el cual nos
desarrollamos; pero lo que sucede frecuentemente, dada la inconsciencia, es la
repetición de las historias. Solemos encadenarnos especialmente en los
conflictos irresolutos y la información oculta.
Alejandro
Jodorwsky[2], uno de los promotores de la
psicogeneología, manifiesta en algunos de sus enunciados:
“La Psicogeneología parte de
la premisa de que determinados comportamientos inconscientes se transmiten de
generación en generación e impiden al sujeto autorrealizarse, por lo que para
que un individuo tome consciencia de ellos y se pueda desvincular de los mismos
es necesario que estudie su árbol genealógico. Podría decirse que en ocasiones
estamos “poseídos” por nuestras familias, particularmente las relaciones con
nuestros padres juegan un papel fundamental en la formación de la psique del
individuo, por lo que resulta imprescindible desatar esos “nudos” con el
pasado, e ir descargando el peso de las experiencias de vida que no nos
corresponden. El árbol está vivo dentro de mí. Yo soy el árbol. Yo soy toda mi
familia. Nadie tiene problemas individuales porque toda la familia está siempre
en juego. El inconsciente familiar existe. Desde el mismo momento en que
alguien toma conciencia de algo, hace que todos los suyos también la tomen. Ese
alguien es la luz. Si uno hace su trabajo, todo el árbol se purifica”.
“Los condicionamientos emocionales
y de conducta grabados por nuestro linaje en nuestro inconsciente personal, el
yo más desconocido y misterioso, determinan nuestra postura frente a la vida y
conducen nuestros actos irremediablemente a repeticiones de patrones dolorosos
en distintos ámbitos personales, de los que difícilmente podemos escapar. El
análisis psicogenealógico de nuestro propio árbol nos devela las causas
originales que desencadenaron esos patrones. Su visión y comprensión ya de por
sí resulta sanadora, pero podemos dar un paso más hacia la superación de esas
hirientes rutinas que nos privan de vivir en su plenitud y conciencia.
Cuando una persona del árbol genealógico evoluciona,
todo el conjunto también lo hace, y lo más especial, también todas las
generaciones siguientes. El árbol se comporta de forma similar a un ecosistema;
todos los componentes están relacionados entre sí, en el caso del ecosistema,
desde el punto de vista biológico y en el árbol, además de lo físico, en lo
emocional, psíquico y espiritual. Los componentes dependen unos de otros,
cuando alguno modifica su comportamiento, los demás percibirán el movimiento y
tendrán que moverse para acomodarse al cambio del sistema.
Venimos predestinados a repetir la historia de
nuestros antepasados, en especial cuando la desconocemos. En cierta ocasión,
durante una consulta, observamos en el transgeneracional de una consultante, el
comportamiento repetido que existía de violaciones sexuales en su familia, era
un asunto reiterado, lo cual representaba para esta persona un conflicto en ese
momento, pues su hijo estaba en la cárcel como consecuencia de una acusación
por violación. Esta familia, antes que nada, necesitaba aflorar y hacer
consciente esta información para poder cambiarla (a menudo esto es suficiente
para sanar). Es normal encontrar
fenómenos repetidos y causales en el árbol genealógico, es fácil identificar en
las familias repeticiones como la pobreza, la viudedad, la soltería, la
enfermedad, etc. Los asuntos conflictivos no resueltos suelen evidenciarse y
causar mucho daño en los puntos más débiles del árbol, o sea donde existe menor
evolución. En el caso de nuestra consultante, su hijo era el punto débil y
vulnerable, dadas las circunstancias de vida que presentaba.
La herencia emocional es entonces un factor de gran
influencia para el bienestar de cualquier ser humano y su influencia va a
depender del grado de consciencia personal. Las historias que se repiten, los
secretos, los dolores no expresados, los traumas, los duelos no realizados, son
por ejemplo, condicionantes que cada miembro del clan familiar necesita
procesar, trascender e integrar, no solo para su propia evolución sino para la
de sus descendientes, pues la información está a la espera de que alguien con
consciencia la libere.
[1]
Anne Ancelin Schützenberger (n. Moscú, 29 de marzo de 1919) es una psicóloga,
abogada y profesora rusa nacionalizada francesa.1 Posee una licenciatura en
Derecho y un doctorado en Psicología. Durante la Segunda Guerra Mundial,
participó en la Resistencia y en 1945 recibió el Prix de l'Aide Alliée à la
Résistance. Una beca Fulbright le permitió especializarse en psicología social
y dinámica de grupo en los Estados Unidos, donde trabajó con Margaret Mead y
Gregory Bateson en el grupo de Palo Alto. Es cofundadora de la Asociación Internacional
de Psicoterapia de Grupo y, desde 1967, profesora emérita de la Universidad de
Niza. Entre sus obras destacan ¡Ay, mis ancestros! (1988), Salir del duelo
(2005) y La voluntad de vivir (2009).
[2] Alejandro
Jodorowsky Prullansky (Tocopilla, Chile, 17 de febrero de 1929), artista chileno de origen judío-ucraniano,
nacionalizado francés en 1980. Entre sus muchas facetas destacan las de
escritor (novelista, dramaturgo, poeta y ensayista), director teatral y de
cine, instructor del tarot, psicoterapeuta y sanador psicopático. Una técnica que conjuga los ritos canónicos,
el teatro y el psicoanálisis, cuyos pretendidos efectos son provocar en el
paciente una catarsis de curación.
[3] Marianne Costa es discípula de
Alejandro Jodorowsky, juntos han desarrollado la metageneología, facilitadora
de talleres y conferencias sobre el tema.
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